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Una fuerte tormenta cae sobre el campo, reblandeciendo el terreno, difícil de mantener para las tropas francesas, al tiempo que Zaragoza mandaba el parte telegráfico a la Presidencia en Ciudad de México. Envía al Batallón Reforma en auxilio de los cerros donde Zuavos y Cazadores disputaban la victoria. En Loreto había un cañón de 68 que causaba enormes estragos en la filas francesas. Los zuavos hacen un empuje desesperado y se abalanzan sobre la pieza. El artillero, sorprendido por la rapidez de la columna gala, tiene en sus manos la bala de cañón que no alcanzó a colocar en la boca de fuego. Aparece frente a él un zuavo, y tras éste, el resto del cuerpo que, una vez apoderados de ese fortín, levantarían la moral francesa y podría perderse la victoria conseguida. El artillero, arrojó la bala al soldado francés, que herido mortalmente por el golpe en la cabeza, rodó al foso del parapeto. Con esto los zuavos, por orden del Conde Lorencez retrocedieron, perseguidos sin cuartel por el Reforma.
Cuando la segunda columna llega a Guadalupe, protegidas por una formidable línea de tiradores, Porfirio Díaz que acude en auxilio de los Rifleros de San Luis, que estaban a punto de ser rodeadas por el contrario. Movió en columna al Batallón Guerrero, a las órdenes de Jiménez, ganándole el terreno a los franceses, trabándose un combate cuerpo a cuerpo y retrocediendo los asaltantes.