Destellos, destellos fugaces, que llegan cuando huyo y siempre que tengo miedo.
Destellos que parten de tus ojos y van al estómago, porque la razón no puede verlos.
Y nadie más que yo puede verlos y por eso llego a creer que no existen.
Quizá sólo existen porque yo creo en ellos.
Y porque creo en ti.
(Eduardo Oliden)